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Con motivo de la vigésima Feria Internacional del Libro de Bogotá los escritores Alberto Fuguet y Juan Villoro mantuvieron una charla acerca del llamado realismo mágico. Sus opiniones forman parte de la nueva visión latinoamericana de un movimiento que empieza, para algunos, con las novelas del ruso Vladimir Nabokov y del alemán Günter Grass. Ese no es el único término que identifica a Gabriel García Márquez, por el contrario, existe todo un universo de sentido que va más allá de la representación que se le asigna a toda su obra.
Realismo mágico: Un desastre cultural

Juan Villoro es un escritor mexicano nacido en 1956. Se licenció en Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana. Fue agregado cultural en la Embajada de México en Berlín entre 1977 y 1981. En ese entonces también conducía un programa de Radio Educación llamado El lado oscuro de la luna. Entre sus obras más representativas está su libro de crónicas: Tiempo transcurrido, de 1986. Algunos de sus cuentos son : El mariscal de campo, La Máquina de Escribir, 1978; La noche navegable, Joaquín Mortiz, 1980; El cielo inferior, 1984; Albercas, Joaquín Mortiz, 1985; Palmeras de la brisa rápida, un viaje a Yucatán, Alianza, 1989, La alcoba dormida, Caracas, Monte Ávila, 1992. Villoro sabe que una cosa es la inevitable sensación de pertenencia que tiene un escritor, y otra es hacerla folclore llegando al pintoresquismo: “Es peligroso que en la literatura alguien quiera ser deliberadamente colombiano, ruso o finlandés, es decir, que alguien quiera demostrar qué tan patriota es . Entonces si soy finlandés, mis personajes van a estar siempre en un sauna y sólo saldrán de ésta para beber vodka” –dice con parsimonia, pero de manera radical el escritor mexicano-.

El realismo mágico, es para él un desastre cultural provocado por la mirada ajena; no cree que García Márquez se sentó en su máquina de escribir repitiendo “Voy a narrar realismo mágico”. Sus historias están escritas bajo la dulce voz de su abuela y una serie de intuiciones que tenía dentro de sí. El problema latente que envuelve al realismo mágico es la visión de la mirada ajena, extraña, en ocasiones extranjera, que busca en la realidad latinoamericana una dosis de exotismo. Para Villoro, América Latina -que es un continente históricamente desastroso-, tiene toda la fuerza y rareza que muchos escritores de afuera buscan, deseándolo recrear mediante la emanación de sus obras. No obstante, en el mundo existen otras culturas que no necesitan ser representadas, como es el caso de India, China y hasta la Berlín Oriental . “Es un riesgo que alguien diga que para tener éxito en el mercado internacional debo poseer una pluma tutti-frutti. Es absurdo tener una autenticidad artificial, y eso precisamente, es lo que ha buscado el arte”, sentenció el escritor mexicano.

Alberto Fuguet, nacido en 1964 en Santiago de Chile es reconocido por libros como Las películas de mi vida, Sobredosis, entre otros. Sin embargo, se destaca por Mc Ondo, una obra que ha sido rechazada por muchos y amada por quienes pretenden darle un cese a la creencia sobre qué es el realismo mágico: “una nueva generación literaria que es post-todo: post-modernismo, post-yuppie, post-comunismo, post-babyboom, post-capa de ozono. Aquí no hay realismo mágico, hay realismo virtual” –tal como aparece en el prólogo del libro-. En esta obra se ve reflejado el hastío por los escritores del boom, literatura hispanoamericana que trae consigo una serie de innovaciones técnicas en la narrativa, bien sabemos que aquí aparece lo real maravilloso y el realismo mágico. Al mismo tiempo salen a relucir nuevas voces que “nada tienen que ver” con dichas innovaciones.

Este escritor se cría en dos mundos simultáneos: Estados Unidos y Chile, espacios que le han servido de visionaje exterior-interior en sus escritos. Sin titubear afirma que nunca le gustó García Márquez. Leyó Cien años de soledad y lo gozó, pero con el imaginario de estar leyendo un libro sobre cuentos de hadas. Lo percibió como algo ajeno, que no era de su gusto: “Para mí los artistas son como amigos en los momentos malos, me gusta la literatura en que pueda creer, por eso me resultaba aburridor leer a García Márquez. Cosa distinta me sucedía con Manuel Puig, escritor argentino del que no compartía sus gustos cinematográficos, pero sus títulos me parecían muy latinoamericanos”.
El olor de las letras mágicas

Somos una imagen, tenemos un aroma, un cierto olor característico en nuestra escritura que define a todos los escritores latinoamericanos. Palabras como tierra e identidad virtual, forman parte de nuestra realidad, afirma Villoro. Mientras que Fuguet contrasta el realismo mágico, poniendo en tela de juicio su existencia. Cree que algún día los países van a continuar existiendo y cada escritor debe hacerse cargo de ese país, pero no con la camiseta que muestre la bandera y el patriotismo: “El realismo mágico es un estilo, pero a mí me gustan otras cosas”. Aunque el realismo mágico, tenga para Villoro, cierta limitación debido a la territorialidad, acepta que Gabo tiene una fuerza literaria única y es un exponente, de los caudales del movimiento en Latinoamérica.

Escuchando a estos dos escritores que están vendiendo como sabia bendita, redescubrimos el valor que tiene no sólo un estilo y concepto literario, sino la los cambios que se gestan en las nuevas generaciones. Latinoamérica no es sólo realismo mágico, también es contraste. Pero ¿quién dijo que lo innegable no está inmerso en el realismo mágico? Precisamente cuando entramos en la lectura de un clásico garciamarquiano encontramos el espejo de nuestra crudeza, pero también el colorido de la gente: los rostros, los pueblos, nuestras disímiles creencias, es decir, el encuentro con nuestro pequeño y complejo mundo –que no es, solamente, el aparataje costeño-. A propósito de las palabras de Fuguet y Villoro deberíamos rescatar la frase que más se conoce del nobel colombiano: “Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la del prestidigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura.”. Sólo nos queda leer y escribir lo que nos gusta y no desafiar a las nuevas generaciones, no existe la muerte del realismo mágico, pero sí la búsqueda de una nueva mirada (aunque suene irremediablemente fácil).